Por segundo año nos hemos reunido, esta vez en
Torre los Negros, en torno a esos monumentos naturales que son los chopos cabeceros,
vigías de la ribera que con su silencio y sus troncos inmensos, algunos abiertos y muertos,
siguen hablando de vida. Custodian el espacio en torno a un río en apariencia frágil, el
río Pancrudo, que alimenta y sostiene ese
bosque luminoso refugio de aves, insectos, pequeños mamíferos y seres microscópicos.
Nuestro bullicio contrasta con sus sonidos sutiles que invitan a
retornar en soledad para escuchar y sentir ese latido que ancla a la tierra.
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